No pude evitar sentir una profunda emoción cuando vi en
directo por la televisión que Felix Baumgartner, enfundado en un traje
aeroespacial, se disponía a saltar desde la sonda ni más ni menos que ¡a casi 40000 metros de
altitud! Imaginad que sensaciones debió tener el protagonista mientras
realizaba su vuelo aeréo, porque de seguro que hasta para un experto
paracaidista debe ser algo indescriptible llegar a volar en picado sobrepasando
la velocidad de la luz. Los primeros compases del salto sembraron a su familia
y espectadores de desconcierto y preocupación, al comprobar como el cuerpo,
como si fuera un muñeco empezó a virar en todas direcciones sin control. Pero
ya pasados esos instantes críticos, su cuerpo quedó enfilado boca abajo, cual
bala al ser disparada y prosiguió con su frenético ritmo de descenso. Tras el épico vuelo de nuestro intrépido Dédalo, accionó el
paracaidas para iniciar la operación de aterrizaje. Su hazaña le ha valido la
victoria del record de altura en salto, el de distancia recorrida en globo y el
de velocidad en caída libre. Es un hecho que sin duda pasará a la Historia de la
humanidad.
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