Con la factura, con sólo media sabana cubriendo mi cuerpo, con la resaca
de tus besos y con la incesante y altanera insistencia del teléfono. De esta manera
me desperté yo. Cogí la llamada, en la que me pidieron cortesmente que abandonara
la habitación entonces. Di un salto y tras rastrear todo, vi que el baño estaba
cerrado y deseé que estuvieras ahí. Desganado
y tras incumplirse mi deseo, saqué mi maleta y tiré todo ahí. Una foto de los dos juntos en mi móvil, una bufanda tuya
enredada con mi chaqueta y una servilleta con la marca de tus irresistibles
labios. Jamás supe la razón de tu marcha ni cuando ni a donde fuiste.
Cada jueves de mi vida revivo
nuestro efímero e intenso romance. Ése día te visualizo inevitablemente en todas
partes, pero cada vez que me duermo te sueño de todas las maneras posibles. Lamentablemente
cuando despierto me doy de bruces con la condena de tu ausencia y me siento como
aquella mañana en la que amanecí solo en el hotel. Me siento huérfano de tu amor.
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